El que fuera príncipe Baltasar Carlos (1629-1646), hijo de Felipe IV, fue retratado en numerosas ocasiones y en diferentes ambientes. Para hacer esta pequeña pieza, hemos elegido una obra salida, en 1636, del taller de Diego Velázquez y que, actualmente, se custodia entre los fondos no expuestos del Museo del Prado. Nos llamó la atención en este cuadro el gesto y la actitud desafiante del príncipe cuando solo tenía seis años. Al contemplarlo, extrapolamos un carácter travieso y, en cierto modo, engreído, lo que nos llevó a imaginar un posado con trances complicados, donde el niño desaparece y se mueve constantemente, desafiando la paciencia del artista. De algún modo, el niño sigue haciendo de las suyas dentro de los límites del cuadro y lo imaginamos intentando escapar.
La inquietud y el desafío de los niños, obviando la parte desesperante de ciertas situaciones, son condiciones propias de la creatividad y de la creación cultural. El arte y la cultura intentan siempre, como los niños, escapar de sus propios límites. La cultura que se precie de tal es siempre inquieta. Gracias, Carlitos.
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