El mes de mayo, la Revista Ayer&Hoy, en la sección Nuestro Patrimonio, publicó este artículo divulgativo escrito por nuestro historiador Luis Andrés Domingo, sobre el Palacio Real de Aranjuez (Madrid). Esperamos que os resulte interesante.
EL PALACIO REAL DE ARANJUEZ
Luis Andrés Domingo Puertas
La relación de Aranjuez con la realeza se remonta a principios del siglo XVI, cuando Felipe el Hermoso, primero, y más tarde su hijo, el emperador Carlos V, eligieron el coto de esta villa para practicar la caza y utilizaron el antiguo palacio de los maestres de la Orden de Santiago para su aposento. De estos precedentes y de la pretensión de Carlos V de convertir esta población de la ribera del Tajo en una villa regia, deriva el proyecto posterior de Felipe II de construir un nuevo complejo palatino en el mismo lugar donde se levantaba el palacio santiaguista de origen medieval.
El Palacio Real de Aranjuez, tal y como hoy lo conocemos, no es el resultado de un proyecto unitario, sino que su construcción transita desde un plan inicial, definido en la segunda mitad del siglo XVI, que se vio truncado durante el siglo XVII y se retomó ya en la primera mitad del siglo XVIII, con otros planteamientos, hasta su culminación por el rey Carlos III. El proyecto iniciado por Felipe II no llegó a concluirse y, de hecho, el antiguo palacio, que estaba previsto desmantelar a medida que avanzaban las obras del nuevo, no llegó a demolerse y se mantuvo en pie hasta 1727, a causa de la paralización del proyecto durante más de un siglo. El proyecto inicial de Felipe II, a cargo de Juan Bautista de Toledo y posteriormente de Juan de Herrera, contemplaba la ejecución de una gran casa palaciega estructurada en torno a un patio central y de la que solo se construyó la mitad, concretamente la que conforma la parte sureste del actual complejo.
Aunque estaban previstas desde unos años antes, las obras comenzaron en 1561 y se centraron en la construcción de la capilla, en cuya dirección se sucedieron los dos arquitectos antes mencionados. Las obras del palacio propiamente dicho fueron iniciadas unos años más tarde bajo las órdenes de Juan de Minjares. A la muerte de Felipe II en 1598, el palacio contaba ya con la torre sur, en la que se ubicaba la capilla, y buena parte de las fachadas sur y oeste. Sin embargo, a partir de ese momento se inicia un periodo de paralización que se prolonga más de un siglo. En 1715, finalizada la Guerra de Sucesión, Felipe V encarga al arquitecto Pedro Caro Idrogo que reanude las obras siguiendo los planteamientos previos de Juan de Herrera, lo que supone la construcción de la torre norte y la practica culminación del resto del conjunto principal del palacio, que se realizó ya bajo la dirección del arquitecto Santiago Bonavía. Pero, por desgracia, un incendio acaecido en 1748, cuando el palacio estaba prácticamente concluido, obligó a reconstruir de nuevo las techumbres y otros elementos.
Fue durante el reinado de Carlos III, cuando se construyen las dos majestuosas alas que se prolongan en el extremo occidental y que delimitan un amplio patio de armas precedido por una verja y su puerta de acceso. La dirección de las obras de estos dos cuerpos añadidos al palacio fue encomendada a Francisco Sabatini y se desarrollaron entre 1771 y 1774, consiguiendo una perfecta integración con la construcción previa del palacio, si bien también se acometieron algunas remodelaciones de menor entidad en este.
No vamos a entrar a exponer la infinidad de detalles que configuran esta compleja obra palatina en la que se identifica la superposición de planteamientos arquitectónicos y estilos artísticos que marcan los tres siglos de su construcción, y tampoco disponemos de espacio para referir las construcciones complementarias que se encuentran en su entorno, así como los jardines y obras de ingeniería hidráulica y de embellecimiento en el cauce del Tajo. El Palacio Real de Aranjuez y todas las construcciones anejas, combinan estéticamente en el exterior las tonalidades blancas de la piedra de Colmenar, y rojizas de los ladrillos empleados en sus paramentos. Una visita a Aranjuez, su palacio y sus jardines, nos garantiza un viaje en el tiempo y un deleite estético incomparable.
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